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Demandar o no demandar, esa es la cuestión

Ser o no ser, demandar o no demandar, esa es la cuestión: ¿vale la pena alzar la voz ante la injusticia, o es mejor soportar en silencio el agravio?


Cuando alguien vulnera nuestros derechos —un contrato incumplido, una deuda impaga, un límite cruzado— surge el dilema. La respuesta no es sencilla, pero una cosa es clara: reivindicar lo que nos corresponde no es arrogancia, es justicia.


No debemos temer poner límites, sobre todo a aquellas personas que tienen vocación depredadora. Exigir respeto es un acto de dignidad, no de rencor. Si alguien cruza la línea, permitir que se salga con la suya es ceder terreno en la selva de la vida, donde el más fuerte no siempre es el más justo. Sin embargo, antes de lanzarnos al litigio, evaluemos con cabeza fría.


Primero, busca un buen abogado: alguien con experiencia, que entienda tu caso y te hable con claridad. Un guía hábil marca la diferencia en el campo de batalla judicial. No sólo un abogado que se limite a descartar tu caso o que sólo se dedique a representar casos "ganadores". Cuando existe una injusticia y no se encuentra un asidero legal para defenderla, es porque probablemente no se haya examinado lo suficientemente bien la ley. Busca profesionales creativos y tengan empatía con tu caso.


Segundo, considera negociar. Una conversación franca o una mediación pueden ahorrar tiempo, dinero y desgaste emocional. Pero si la otra parte se niega a escuchar, o persiste en su mala conducta, no dudes en actuar. El litigio debe ser la última opción, pero jamás un tabú.


Tercero, no te debes sentir culpable por reivindicar la posición ni los derechos que legal y moralmente te corresponden. Tampoco confundas la naturaleza de la relación que otra persona te profesa. Si te perjudica, muy seguramente no es tu amigo, ni merece tu consideración como tal.


Demandar es costoso, sí, pero dejar que el abuso prospere es peor. Si el daño es claro y tus derechos están en juego, no te acobardes. En la selva de la vida, sólo el que defiende su lugar sobrevive.


Y para dichos menesteres, existimos los abogados.



 
 
 

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